Comentario corto: La destitución de los generales en Egipto

Menos de dos meses después de su elección, el Presidente Mohammed Mursi hizo un movimiento radical: removió al presidente del Alto Consejo de las Fuerzas Armadas (SCAF por sus siglas en inglés) del gobierno, anunció su retiro y el de su segundo al mando, y abolió la llamada declaración constitucional adicional, que fue promulgada por el SCAF en Junio.

El Consejo conformado por 23 miembros, encabezado por los generales Tantawi y Annan, gobernaron sobre el desarrollo político post-revolucionario de Egipto a través de una serie de declaraciones constitucionales. El ejército tenía como objetivo preservar el status quo  y su posición privilegiada en la era de democratización, insistiendo en el mantenimiento de su autonomía presupuestaria, así como su influencia sobre aspectos importantes de la soberanía Estatal. Durante las elecciones presidenciales, el SCAF disolvió el parlamento electo de mayoría Islámica, y los poderes presidenciales esenciales correspondientes, en anticipación de una victoria Islámica. Esto hizo a Egipto similar a la Turquía de hace 20 años. Ambos Estados tuvieron una fuente doble de soberanía: las elecciones y la milicia.

 El Presidente Mursi denunció abiertamente el llamado “golpe de Estado”, pero tomó sólo unos cuantos pasos simbólicos en contra del ejército. Hasta el último momento, aparentó ser un Presidente con poderes muy limitados. No obstante, movimientos recientes mostraron que lo que parecía ser pasividad, era de hecho la preparación de acciones decisivas para imponer su autoridad.

Mohamed Mursi hizo dos cosas: removió del poder a las dos figuras militares más poderosas, y en su lugar nombró a un joven jefe de inteligencia militar, Abdel Fattah Sissi, quien trae consigo a un grupo de oficiales más jóvenes al Ministerio de Defensa. La ausencia de reacciones inmediatas por parte de la dirección del antiguo ejército, indica un golpe interno. Mursi ha colaborado con la oposición joven en el ejército.

El movimiento muestra una futura distribución de poder: una alianza militar-Islamista. Tal alianza podría evidentemente llevar a un gobierno más eficiente que la guerra fría que arrasa hasta nuestros días entre los islamistas y los militares. No obstante, a largo plazo, tal alianza es ciertamente negativa para la democratización de instituciones Estatales y el liberalismo político. La cuestión es si ésta sobrevivirá las próximas negociaciones sobre los detalles de la división de poderes en la nueva constitución.

El segundo movimiento fue la abolición de la última declaración constitucional del SCAF, misma que fue ampliamente considerada ilegítima y antidemocrática. El poder entonces regresa al Presidente, y el SCAF pierde sus privilegios constitucionales. Esto ayuda a resolver la fluida y poco clara situación legal, en la cual el Ejército cambiaba las reglas sobre la marcha, y esto es, ciertamente, un paso positivo.

Sin embargo, en ausencia de una asamblea electa, tal movimiento conlleva a la fuerte concentración de un poder casi dictatorial en manos del Presidente. El Estado Egipcio, no obstante, permanece en una situación de debilidad institucional –es confuso cuál institución ostenta qué poder. La aseveración de una institución electa –el Presidente – a expensas de una institución incontrolable y no-electa –el SCAF – es un arriesgado, pero potencialmente positivo avance.

Todo esto depende de cómo Mursi procederá: si continuará concentrando el poder, o si hará uso de su nueva afirmación para acelerar la reforma y el proceso constitucional, que es, si actuará como un hombre de Estado.

Autora: Zora Hesova

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